Durante mi enseñanza básica estudie en dos colegios, el primero
hasta cuarto básico era mixto y luego en un colegio de mujeres y
muy católico, las diferencias eran considerables y el cambio me
afecto, en el colegio de mujeres siempre escuchaba que debíamos
sentarnos como señoritas, ser tranquilas, hablar solo cuando se nos
daba la palabra y andar siempre impecables, bien peinadas y limpio
el uniforme, la mayoría de estas indicaciones venían de profesoras
mujeres y de las monjas que custodiaban el colegio. Al principio me
extrañaba porque venia de un colegio mixto en donde no se daban
estas reglas y para mi era algo raro, no me sentía cómoda, quería
salir de ahí, mis compañeras del colegio de mujeres miraban extraño
mi comportamiento un poco más desordenado y me costo mucho
acostumbrarme a todo el mundo nuevo que tenía en frente, pero luego
de un tiempo las profesoras mencionaron que me "adapte" al colegio
y que ahora me enseñarían a ser una buena mujer y a tener un esposo
y familia.
Creo que estas situaciones no se pueden dar hoy, en nuestro
contexto actual, en ningún establecimiento educacional, debemos
valorar, reconocer y educar a cada uno de los estudiantes de
nuestras salas de clases, y no sólo a ellos sino a que todos los
integrantes de la comunidad educativa.