Dentro de todos los cambios que estos tiempos han traido, uno de lo más grandes e importantes es el uso de la tecnología en todos los contextos de nuestras vida, lo que nos entrega diferentes herramientas y accesos que antes no teníamos. En la escuela, ahora el estudiante tiene todo el contenido, toda la información en un click. La nueva pregunta ahora es cómo utilizamos esa información, esas herramientas y desarrollarmos las habilidades. Esa es la labor del docente. Somos facilitadores de aprendizaje, acompañantes y guías de este proceso, que en el fondo es de autoconocimiento para el alumno de él o ella y el mundo, respondiendo al cómo aprendo.  En este contexto donde las clases presenciales se volvieron simples capsulas de información, se le abrió espacio al estudiante para generar su propio aprendizaje. Actualmente trabajo en un colegio donde hacemos 2 tipos de clases: sincronica y asincronica. En la clase asincronica podemos realizar una clase llena de aplicaciones y vocabulario tecnologico, lo que intentar guiar al estudiante a través de diferentes recursos hacie el objetivo de la clase. Siendo breve y bien simple, la clase asincronica es el momento en que el estudiante recibe todo el input del profesor, donde intenta de manera autonoma a crear su propio aprendizaje, surgen dudas y hasta procesos de matecognición. En cambio, la clase sincronica es breve e intensa, ya que es el espacio donde el estudiante puede resolver sus dudas y ganar la confianza en lo que ha logrado gracias a su esfuerzo. Ambas tienen igual importancia y depende de cómo las asociemos estas pueden ser eficientes para nuestros alumnos o no.