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Foro 1

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de Camila Padilla Balcázar - Número de respuestas: 0
Tanto en mi proceso de educación básica, secundaria como universitaria  fuí testigo y parte de situaciones que afectaron mi desarrollo y el de mis compañeras. Afirmaciones sexistas realizadas por adultos que cumplen un rol formador en los procesos educativos marcan de manera importante las decisiones que niñas, niños y jóvenes toman en su día a día.
En varias ocasiones, el deber ser de las niñas y mujeres, en tanto "señoritas", "ordenadas", "humildes", "quitaditas de bulla" y "heterosexuales" por sobre todas las cosas, entre otras afirmaciones, generaron en mi un marco de entendimiento que no me permitió aceptar una serie de caracteristicas personales que no se acercaban a este ideal. Lo vi en mi y en muchas de mis compañeras de escuela y universidad, quienes nos rechazamos por muchos años.
También, el bullyng que recibieron las niñas y niños que desde temprana edad presentaron expresiones de género diversas y se alejaban de la norma heterosexual, bullying realizado por otros niños y reafirmado por los adultos/as docentes con sus silencios o nula capacidad de contener situaciones de agresiones en este contexto. Lo cual nos hacía entender, en ese entonces, que estaba bien sancionar lo diverso.
Posteriormente, ya en mi proceso de formación universitaria, el sexismo no estuvo lejano. La voz de los compañeros fue mucho mas escuchada en las intervenciones en clases, ademas de ser quienes usaban mayor tiempo en exponer sus opiniones en estas. Tambien aquí me fue posible evidenciar la falta de confianza de la que sufrimos muchas mujeres y disidencias de exponernos frente a otros, el temor a ser juzgados/as o ridiculizados por nuestros compañeros o docentes fue algo que se repetía en la experiancia de varias compañeras. Por otra parte, las catedras a las que se les daba mayor relevancia o una sensacion de "respeto" por parte de los y las compañeras era principalmente las impartidas por docentes hombres, a las cuales no se "debia llegar tarde", o se guardaba mayor silencio, así como la participación y atención en las mismas cambiaba dependiendo si quien impartia la clase era hombre o mujer.
Existen un sinfín de experiencias que son posibles de mencionar aquí, cada día observamos prácticas sexistas en nuestros contextos cotidianos, obviamente la escuela o espacios de formación no quedan exentos de esto. Y considerando la vital importancia que juegan los espacios de educación en la vida de niños, niñas y jóvenes, es necesario revisarnos en tanto partícipes de estos espacios e intentar incorporar prácticas inclusivas y que apunten a la equidad. La visibilización de las prácticas sexistas internalizadas en nosotros/as es uno de los primeros pasos.