Tanto en mi proceso de educación básica, secundaria como
universitaria fuí testigo y parte de situaciones que
afectaron mi desarrollo y el de mis compañeras. Afirmaciones
sexistas realizadas por adultos que cumplen un rol formador en
los procesos educativos marcan de manera importante las
decisiones que niñas, niños y jóvenes toman en su día a
día.
En varias ocasiones, el deber ser de las niñas y mujeres, en
tanto "señoritas", "ordenadas", "humildes", "quitaditas de bulla"
y "heterosexuales" por sobre todas las cosas, entre otras
afirmaciones, generaron en mi un marco de entendimiento que no me
permitió aceptar una serie de caracteristicas personales que no
se acercaban a este ideal. Lo vi en mi y en muchas de mis
compañeras de escuela y universidad, quienes nos rechazamos por
muchos años.
También, el bullyng que recibieron las niñas y niños que desde
temprana edad presentaron expresiones de género diversas y se
alejaban de la norma heterosexual, bullying realizado por otros
niños y reafirmado por los adultos/as docentes con sus silencios
o nula capacidad de contener situaciones de agresiones en este
contexto. Lo cual nos hacía entender, en ese entonces, que estaba
bien sancionar lo diverso.
Posteriormente, ya en mi proceso de formación universitaria, el
sexismo no estuvo lejano. La voz de los compañeros fue mucho mas
escuchada en las intervenciones en clases, ademas de ser quienes
usaban mayor tiempo en exponer sus opiniones en estas. Tambien
aquí me fue posible evidenciar la falta de confianza de la que
sufrimos muchas mujeres y disidencias de exponernos frente a
otros, el temor a ser juzgados/as o ridiculizados por nuestros
compañeros o docentes fue algo que se repetía en la experiancia
de varias compañeras. Por otra parte, las catedras a las que se
les daba mayor relevancia o una sensacion de "respeto" por parte
de los y las compañeras era principalmente las impartidas por
docentes hombres, a las cuales no se "debia llegar tarde", o se
guardaba mayor silencio, así como la participación y atención en
las mismas cambiaba dependiendo si quien impartia la clase era
hombre o mujer.
Existen un sinfín de experiencias que son posibles de mencionar
aquí, cada día observamos prácticas sexistas en nuestros
contextos cotidianos, obviamente la escuela o espacios de
formación no quedan exentos de esto. Y considerando la vital
importancia que juegan los espacios de educación en la vida de
niños, niñas y jóvenes, es necesario revisarnos en tanto
partícipes de estos espacios e intentar incorporar prácticas
inclusivas y que apunten a la equidad. La visibilización de las
prácticas sexistas internalizadas en nosotros/as es uno de los
primeros pasos.