Cuando yo era estudiante, me sumergía en un sinfín de prácticas sexistas que, ahora como profesor, siguen desarrollándose, aun más en contextos no centralizados, es decir, en provincia o en el campo.

Considero sexista que las dinámicas de aseo como de cocina aun sigan dependiendo de mujeres, en contraste con las tareas de construcción y mantenimiento que se le liga a los hombres. Veo una formación sexista en que en los cursos de pre y básica, la relación pedagógica con el alumno venga desde la mujer o desde lo maternal, atribuyéndose a la desconfianza que traen los hombres con el trato infantil. Es sexista, además, que las humanidades se liguen a lo femenino y lo científico a lo masculino, o lo deportivo a los varones y lo artístico para las mujeres.

Al final de cuentas, cualquier acción que se produzca en un establecimiento educacional va ligada a un comportamiento sexista, ya que la escuela sigue siendo un fiel reflejo de la realidad en que se sitúa.