Francis Fukuyama planteaba muy voluntariosamente el fin de la
historia en los 2000, y en realidad era sumamente difícil
tensionar su posición, los socialismos reales parecían un pasado
muy distante y los lideres de izquierda hacían todo lo posible
para distanciarse del aquel modelo añejo y fracasado. En Chile
teníamos nuestro propio presidente socialista aclamado por los
grandes empresarios. Controlaban los medios de producción, los
medios de comunicación masiva, una revolución neoliberal exitosa
como ninguna otra. Que podía fallar?? Casi nada, salvo que en las
entrañas del modelo neoliberal a la chilena, ese capitalismo que
se juega solo entre los amigos de sanhattan dejando al 99% de la
población compitiendo por el chorreo empezaba a incubar el
malestar. Ni todos los aparatos de reproducción del estado ni
toda la colonización de la subjetividad pueden construir una
realidad impermeable a la experiencia. El oasis no era tal,
endeudamiento extremo, la meritocracia una quimera, y para ser
brutalmente honesto no fue el nuevo sujeto de la historia sino el
sujeto capitalista consumidor que empezaba a exigir mediante la
acción directa equidad de trato. Si las empresas se coluden, si
los millonarios no pagan impuestos, si los políticos violan la
ley que ellos escriben, los cimientos del contrato social se
diluyen. Mas bien explotan, a falta de gobernanza, ya que la
política en su diseño constitucional estaba proyectada no para
resolver los anhelos de las grandes mayorías sino para la
subordinación a aquella minoría privilegiada, no quedó otro
camino que la crisis político social mas grande de los últimos
años 30 años. Mas allá de la legítima protesta, también despertó
el tejido social que empezó a articularse en cabildos y asambleas
territoriales hasta que el COVID no solo empezó a llevarse
nuestras vidas sino que congelo nuestro renacimiento democrático.
El paréntesis parecía demoledor, tanto que el oficialismo
rápidamente olvidó lo supuestamente aprendido post octubre 2019 y
planteo una estrategia en pandemia basada en el control social
del espacio publico, el salvataje del mundo financiero y la
coacción de protección económica de la la mayoría social a través
de sus propios medios, "ley de protección del empleo", retiro de
los 10% previsionales , etc. Aquello sólo se tradujo en incendiar
más aún el malestar reflejándose en el rotundo apoyo del apruebo
y del masivo apoyo popular hacia las fuerzas transformadoras de
los candidatos constituyentes. Sin embargo la maquinaria del
poder neoliberal sigue vigente y las posibilidades reales de
articulación popular territorial en una pandemia con indicadores
críticos hasta la actualidad es al menos dificultosa. Ahí esta el
desafío, en la medida en que logremos incidir desde las bases un
proceso constitucional participativo, transparente, feminista ,
multicultural y transformador podríamos anhelar fundar las bases
estructurales de un modelo distinto, que no sabemos certeramente
cual es, pero que sin embargo pienso que culturalmente al menos,
la fractura neoliberal es irreversible. En un paisaje en que la
verdad neoliberal era irreductible, la incertidumbre es
esperanzadora.