A parecer personal, creo que las dos armas con las que cuenta el poder para su legitimación y reproducción constan del discurso/palabra y la fuerza o violencia física. Pienso que desde el discurso se puede construir toda una historia sobre mitos fundacionales que le den sentido a la institucionalidad para asentarla como legitima en base a una linealidad de sucesos que la pusieron donde se encuentran en la actualidad, asimismo se puede usar ese mismo discurso de la fundación o la formación de una nación o Estado para explicar sucesos en la actualidad que deben ser "respetados" porque son efecto de un proceso "ciudadano". Todo esto se puede desarrollar fácilmente porque la población desconoce los hechos tal cual sucedieron, dado que se esconden detrás de la palabra de sujetos que han modificado los textos para su conveniencia, omitiendo la violencia ejercida en contra de indígenas, naciones o clases bajas, llenando esos huecos históricos con una fachada de heroísmo y orgullo patriótico por hitos y próceres.

Ahora bien, cuando este discurso fracasa o es desvelado como una mentira, se tiende a la utilización de la fuerza para someter y controlar a la población que ahora ve en sus instituciones y monumentos una violencia que a sido sistemática desde un poder central de grupos elitista o estatales contra la población. En estos casos, y como la concentración de la fuerza decanta en el Estado es sencillo para las instituciones su uso sobre el discurso de la seguridad civil o sobre la lucha contra el vandalismo/terrorismo, utilizando palabras propias de un discurso estigmatizador como elementos que otorguen sustentó teórico a una cuestión practica como la fuerza policial y penitenciaria para encerrar o ejecutar a aquellos que se encuentran contra el régimen que permite actos de lesa humanidad contra su propia nación por el solo hecho de mantener a estos bajo su institucionalidad que debe ser legitimada o aceptada para ser un cuerpo valido de la reproducción de ideas desde el poder hacia la población.