Chile, nuestro país, parece ser dividido por dos miradas opuestas, que no tiene oportunidad de encontrarse más que en la antítesis: una élite privilegiada que defiende sus intereses se opone a un pueblo abusado  que, cuando puede, exige sus derechos. Sí, cuando puede, pues la élite es dueña  no solamente de la economía que rige al país, sino también de la política que lo dirige.

En este contexto, es importante para la memoria histórica del Chile actual un equilibrio entre el poder y la dignidad, con reconocimiento y valoración de los ciudadanos, independiente de su nivel socioeconómico u origen. 

El reconocimiento y la valoración permitirán el acercamiento de ambas miradas y la convergencia en pro de una mejor sociedad. Así, lo que de debiera valorar son procesos, y las personas que los lideran, que satisfagan ese acercamiento: el empresario aumenta sus ingresos porque sus trabajadores se sienten bien en su lugar de trabajo, porque ambos crecen, terminando el incremento de la riqueza de uno por encima de la pobreza del otro., compartiendo y creciendo juntos.

Eso debe homenajearse: la relación armónica de las personas en una comunidad donde todos crecemos, aprendemos y ganamos, donde se presenta la generosidad y no la caridad, donde importa más la persona que su condición social. Parece una utopía, pero la valoración de lo que hacemos nos permitirá construir una mejor sociedad y al homenajear ese proceso, mediante una obra simbólica (más que un "busto" de cierto personaje), permitirá la explicación y la interpretación de dicho homenaje.