El trabajo se sitúa como derecho fundamental. Este lugar ya se
constituye como una condición para las transformaciones, tanto
materiales y concretas, como simbólicas. Y quiero relevar al
menos 2 ámbitos. Uno es el acto de reconocimiento del trabajo
doméstico y de cuidados como actividad económica. Parte
importante de los malestares de las mujeres se relaciona con la
invisibilización de este cotidiano, que es banalizado y atribuido
“naturalmente” a nosotras. Es una expresión más de las brechas de
desigualdad. Con la propuesta de nueva constitución política se
da un gran paso a esto. Nociones como corresponsabilidad en este
trabajo, son un excelente complemento al reconocimiento.