Gabriela, al igual que Chile el 18 de octubre, despertó de su imagen de maestra ideal; nuestro pueblo tuvo la voz suficiente para despertarla, después de un largo sueño, donde la maestra impuesta por los cánones, especialmente de la dictadura, anuló a la mujer, anuló a la persona, anuló a la niña pobre, provinciana, que llegó a la cumbre de la sabiduría...en el extranjero, en el mundo...no en Chile.
Ella, Gabriela, la de conciencia social, la postergada, la lesbiana. Nuestras voces la bajaron el pedestal de la maestra ideal (que también lo era) y la trajeron a una vida cotidiana: padre ausente, pertenenciente a un pueblo alejado del centro, rechazada por sus pensamientos.
¿Cuántos chilenos y chilenas no se vieron reflejados en esa figura desplazada? Años de estudio que exigían la valoración de la figura completa de Gabriela habían sido acallados, pero el pueblo la despertó, la valoró, la aceptó y la lleva a la categoría de héroe: fue capaz de triunfar por su intelecto, se le vio feliz, sonriendo, siendo mujer...en el extranjero, por eso es necesario nacionalizar su imagen completa y llevarla a los momumentos sin el sesgo de la discriminación.
Así como ella, muchos habrá que florecerán con la valoración de un pueblo cansado del abuso de privilegios de la élite, cansado de la mirada unilateral de la clase económica dominante, de la indiferencia de los gobiernos entregados a los grupos económicos: personas comunes aparecerán, que derriben el mito de la única mirada, quienes sean uno más del grupo que lideran, no superiores, sino parte de ellos, que tienen dolores similares, experiencias de invalidación por parte del sistema y ponen al servicio de sus pares lo que han aprendido y todo lo que hacen: Clotario Blest, Tucapel Jiménez, Salvador Allende.
Los que son parte del pueblo que lucha y lo que logran, lo comparten con el pueblo