Estoy de acuerdo con lo planteado por Judith Butler y al mirar la
pandemia desde esa perspectiva, específicamente el cómo se han
distribuido las muertes en Chile, nos permite observar con
claridad cómo la precarización permanente de amplios sectores de
nuestra sociedad modifica sustancialmente las condiciones en las
cuales vivimos y morimos. En ese sentido, podemos recordar que la
revuelta chilena con sus múltiples actores y propósitos, se fue
tejiendo alrededor del concepto de Dignidad y ese anhelo se hace
hoy incluso más vigente y necesario. Que las muertes por
Covid-19, al menos en Santiago, estén concentradas en comunas de
menos recursos económicos, nos habla de territorios menos
relevantes para el aparato estatal, donde efectivamente hay vidas
que parecieran importar menos y resulta tolerable prescindir de
ellas. La irrupción de la pandemia, por cierto, interfirió en la
revuelta, sin embargo, considero que ese mismo cambio de
paradigma en la sociedad chilena, ese empuje y la reconstrucción
del tejido social que vimos a fines de 2019, ha permitido otras
instancias de manifestación, principalmente simbólicas, digitales
y también se evidencia en la manera en que se votó para integrar
la Convención Constitucional. La aparición de múltiples ollas
comunes e instancias de colaboración y ayuda social responden,
por cierto, al grave momento que estamos atravesando pero se han
dado justamente en el contexto de una reconfiguración y
reencuentro social y comunitario.