Está difícil eso. Creo que lo primero es que nuestra sociedad sane. Los monumentos debieran ser transversales a la comunidad pero finalmente se transforman en disputas de espacios políticos. Y la gente en general esta asqueada con los políticos.
Yo siento que los monumentos debiesen tener conexión con la
sociedad y a mi parecer resulta complejo, porque vemos cómo se
han levantado monumentos en su mayoría, de un sector político,
dejando en desmedro representaciones políticas de índole popular.
Basta dar un paseo por Santiago, y veremos que sus principales
avenidas y calles tienen nombres de un lado de la historia y para
nuestra talentosa Gabriela Mistral poco o nulo reconocimiento de
los gobiernos de turno.
Es interesante, por otro lado, sintonizar con la opinión publica y hacer más transparente la instalación de monumentos tal y cómo se sucedió en Puerto Montt con "Los amantes", hay un valor agregado en esa gestión donde consideran la opinión y valoración de las personas en la ocupación del espacio publico.
Es interesante, por otro lado, sintonizar con la opinión publica y hacer más transparente la instalación de monumentos tal y cómo se sucedió en Puerto Montt con "Los amantes", hay un valor agregado en esa gestión donde consideran la opinión y valoración de las personas en la ocupación del espacio publico.
Estoy de acuerdo con lo que plantea Ana María Marín, aunque sólo
en parte. No hay que olvidar que los monumentos (y casi todas las
cosas, en realidad) se resignifican con el paso del tiempo, según
quién las lea, con qué intereses, desde qué lugar, etc. Así, es
posible que la estatua a Manuel Rodríguez Erdoíza que hay en el
Parque Bustamante de Santiago (realizada por Blanca Merino en
1942) haya tenido un significado más o menos "institucional" en
el momento de su inauguración, y otro distinto a la luz de la
resistencia por izquierda a la dictadura militar, más aún si
había desde inicios de los '80s una organización guerrillera
llamada Frente Patriótico Manuel Rodríguez.