Mi experiencia durante el período 2020 estuvo marcada por la
dificultades asociadas a la conexión digital de las y los
estudiantes. A propósito de las lecturas sugeridas, en la
distancia transaccional asociada a las actividades telemáticas
con los educandos fue determinante la brecha tecnológica que
caracterizó el perfil de las familias y estudiantes
"vulnerables", profundizando el sesgo cognitivo relacionado con
las competencias digitales; aquellas derivadas de la aplicación
pertinente y avanzada de las herramientas virtuales de
información y comunicación, por parte de las y los jóvenes.
Si bien las directrices del establecimiento procuraron la
priorización de las dimensiones psicosociales y económicas de la
comunidad escolar (presencia/dimensión social), las gestiones y
la efectividad de las labores pedagógicas no repercutieron lo
suficiente, viéndose mermado el desarrollo y cobertura pertinente
de los aprendizajes (presencia/dimensiones cognitiva,
docente).
Otro factor negativo presente fue la desvinculación familiar de
los procesos y actividades pedagógicas. Tal fenómeno estuvo
irremediablemente relacionado con el confinamiento y la crisis
económica asociadas a la pandemia, la que terminó golpeando a las
familias más pobres de la comunidad escolar. Se sumó a esto la
desmotivación de los alumnos, quienes debido a la precariedad de
las tecnologías involucradas y servicios asociados, dejaron de
participar y responder a las actividades y entornos virtuales.
Los aciertos, por otro lado, estuvieron relacionados con las
metodologías; con las gestiones y decisiones relacionadas con el
aspecto y dimensión docente. Para atraer la motivación de las y
los estudiantes, las y los profesores implementaron actividades
interdisciplinarias, diversificando los canales de comunicación
con énfasis en las aplicaciones y entornos virtuales con acceso
gratuito (redes sociales) y la secuenciación de actividades
sincrónicas y asincrónicas específicas, asequibles y
transdisciplinarias.
Lo anterior, sumado al proyecto educativo que desarrolla el
liceo, consistente en la implementación de tutorías por curso,
propició la coordinación de distintos profesionales afines al
fenómeno educacional (docentes PIE, Asistente Social, Psicóloga,
Equipo Docente, etc.), aumentando la participación
estudiantil.
La diversificación de los canales y herramientas de exposición,
producción y retroalimentación posibilitó a su vez la animación
de los aprendizajes, al implementarse la metodología de
aprendizaje basado en proyecto, con base en el tratamiento
contextual de la crisis sanitaria, ofreciéndose circunstancias
pedagógicas integrales, al mismo tiempo que se plantearon
desafíos/actividades de aprendizaje significativos relacionadas
con el quehacer nacional e internacional, la especialidad de
acuerdo a la modalidad (Educación Técnico Profesional), los
efectos del virus en nuestra sociedad, etc.
La adecuación de material y recursos educativos también
posibilitó el acceso y desarrollo diversificado de los
aprendizajes. El diseño y la construcción de instrumentos de
autoaprendizaje, y la organización de actividades de monitoreo y
retroalimentación con foco en la utilización de
materiales/recursos textuales y telemáticos específicos,
posibilitaron la reconexión de los estudiantes con más problemas
de conexión y carencia de tecnologías. Los textos estudiantiles,
en este sentido, brindaron estupendas oportunidades de trabajo y
participación.
Particularmente en el caso de Zoom, el tratamiento de material
audiovisual y la posibilidad de compartir la pantalla me permitió
retroalimentar adecuadamente, por ejemplo, las competencias
relacionadas con "el tratamiento de la información y contenido
digitales, asociada a la experiencia de usuario en entornos
virtuales". Mediante esta plataforma, logró llevarse a cabo "la
semana de la educación técnico profesional", poniendo a los
estudiantes, por curso, en el papel de una "empresa virtual".
Saludos a todas y todos.